13/1/11

Sobrevivir

La chica de pelo corto y el chico de la media sonrisa se conocieron a finales de enero aunque hasta febrero no se miraron por primera vez. Dejaron su rastro por todos los escenarios de peleas, besos infinitos o simples tropiezos de parejas del pasado y  para evitar ponerle nombre a las cosas, decidieron compartir un plato de tallarines grasientos y entre sorbo y sorbo sus ojos se perdieron en otras pestañas y otras líneas de la mano.

Mientras la aguja del reloj giraba, conservando a pesar de todo su juventud fría y metálica, Elisa y Alberto imaginaban dos cuerpos entrelazados y entrelazaban también sus dedos, impacientes, conjurando al deseo. Salieron de aquella reunión de adictos a la comida rápida, con menos dinero, más prisas, menos besos. De camino a la casa de los padres de ella tuvieron varios encontronazos. Primero con el perro guardián de la inocencia, luego con esos malditos anuncios de bálsamos para la felicidad eterna, más tarde con cientos de ventanas luminosas en las fachadas, reflejo del éxito sin lucha de la pantalla que hipnotiza.

La llave coincidía. El interruptor respondía. El pasillo hasta la habitación también cumplió su función de escondite para los fugitivos. Incluso encontraron la forma de quitarse la ropa al mismo ritmo, imitando sin error la coreografía de todos los amantes. Sus cuerpos encajaron y aquí dejaré un espacio                                                                                porque algunas cosas es mejor sólo imaginarlas.

A la mañana siguiente no hubo siguientes días. Porque ya está, Alberto tenía las manos vacías, la cabeza llena de historias y todas las horas ocupadas en lamentarse por vivir en aquella calle, en aquella ciudad, en aquel año. Y Elisa…era sólo una chica encabezando una partitura de un tal Beethoven, la melodía que Alberto ejecutaba sin error cada noche después de engullir unos tallarines más bien grasientos.



Banda sonora de madrugada:

4 comentarios:

moonriver dijo...

No sé qué me gusta más, si la historia o la forma de contarla. ;)

María Se Ríe dijo...

Gracias, Ana :)

Pablo dijo...

wuau.... precioso. Más con la música.
Me saca una sonrisa la etiqueta "cosas absurdas".
Se podría decir que el amor está dentro de las cosas absurdas.

Yeamon Kemp dijo...

Así, sí. No todo es lo que parece...
Los tallarines grasientos han hecho que me meta del todo en la historia.

Se echaba de menos a estos malditos jóvenes.