18/1/11

A la rica teta de monja


La vida puede resumirse en necesidades básicas y antojos. Como podreís imaginar, la pastelería se incluye, pase lo que pase, tenga el azúcar que tenga, en la primera categoría. Mucho más, si está recién hecha. Aunque tenga debilidad por los croissants (un día os hablaré de ello), hoy vengo a aquí a hablaros de otra cosa más española. Las tetas de novicia, osea de monja. De una textura insuperable, de una pureza cautivadora, me gustaron mucho. El día menos pensado me pongo a fabricarlas.

El ser humano es sorprendente. Y si es castellano, de raices católicas y publicista frustrado, llegará lejos. La prueba irrefutable es la imagen que ven ustedes ahí arriba. Seguramente, el pastelero podría haberse conformado con anunciar las tetas de monja. Pero quiso ir más allá. Quiso homenajear a los frailes, un religioso injustamente relegado al puesto de secundario (malditas élites). Asique se puso a hacer pelotas de fraile. Porque es bien sabido que para homenajear bien, con tino, hay que apuntar a lo más íntimo.
De todas formas, el señor que ha escrito este mensaje tiene bastante que envidiar de otros artesanos del pan de la bendita geografía española. De momento, y hasta nuevas creaciones, el dulce que ocupa el primer lugar del ránking de "Nombres santos para bocados divinos" son los pedos de monja, a muy poca distancia del cabello de ángel. Eso es así y no admite discusión.

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Notas al margen: Perdonad el cambio de registro, sin duda brusco. Es esta maldita manía de escribir, mezclada con tontería agudizada más allá de medianoche.

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