14/1/11

Un jersey en el congelador

¿Se considera usted un valiente?, ¿un intrépido aventurero?, ¿le va la marcha, la sorpresa cardiaca, el sudor caliente? Si es así, no lo dude, su destino vacacional, la ginkana definitiva, el éxtasis total está al alcance de su mano....(redoble de tambores opcional) ¡SÍ, ESO ES!  ¡LAS REBAJAS!

Me temo que mi relación con este fenómeno paranormal de productos tiraos de precio atraviesa un momento delicado. Es algo así como desear que llegue el momento de los postres para luego percatarte con suma tristeza que a la segunda cucharada de helado de chocolate no te cabe un gramo más de azúcar en el cuerpo. Cada año me digo: es la última vez, c'est fini! Pero luego la carne es débil y los billetes son volátiles y una acaba cayendo en el pozo del consumismo (por mucho que veas documentales sobre la obsolescencia programada, qué duda cabe, el virus se te ha metido muy dentro)

Enfin, el caso es que sales de casa con una especie de ruta definida, unos ciertos ahorros en el bolso y esa maldita lista de prioridades que todos los años recomiendan hacer los expertos del telediario (qué sabran, insensatos). Y ocurre que todo sale mal y te topas con la desgracia una y otra vez.

Primer obstáculo: Las tentaciones. Están por todos lados. La más notable es la llamada "ropa de nueva temporada", que casualmente está colocada junto a lo más rematadamente feo de lo baratillo y gracias a ese maravilloso invento que es el marketing, una fuerza irrefrenable te hace mirar en la dirección equivocada.

Segundo obstáculo: Las señoras que, evidentemente, se han equivocado de tienda. Suelen estar rozando la edad de jubilación y merodean entre descuento y descuento a la búsqueda de las mejores oportunidades. Probablemente luego no se lo compren, pero ahí están, demostrando que están en plena forma porque han depurado su técnica de animal en busca de presa a lo largo de los años. Puede que tú seas más joven, pero el mundo es suyo, asumámoslo.

Tercer obstáculo:  Esa sensación de entrar a una tienda y descubrir que, milagrosamente, has tenido la suerte de no estar allí cuando el huracán destrozaba todo. Este desastre natural se repite con cierta frecuencia en el denominado "gigante Inditex". Ante esta situación, tienes dos opciones: o bien te zambulles entre montañas gigantescas de mangas, pantalones y bragas en busca de tu talla (olvidate de encontrar la 38, guapa) o bien te plantas en mitad de la tienda, te armas de valor y gritas: "¡SOCORRO!". En cualquiera de los casos, la historia acabará mal.

Pues bien, a pesar de que se masque la tragedia, este año he optado por adentrarme en paraisos desconocidos. Ese tipo de tiendas generalmente prohibitivas pero que, gracias a la magia matemática, se tornan en lugares más amables y baratos en el frío invierno.

Asi que lo he hecho: he comprado lo que quería comprar. Un bonito jersey. Rojo, suave y precioso. Y, por si fuera poco, he descubierto que las tiendas del otro lado de la frontera ofrecen un servicio completamente personalizado al cliente. Porque cuando estaba entregando el billete, una amable dependienta me ha aconsejado que, para evitar que al susodicho jersey se le suelten los pelillos (también rojos) debo hacer lo siguiente: Coger la prenda, introducirla en una bolsa de plástico, quitarle el aire a la bolsa, introducirla en el congelador (sí, en el con ge la dor) y dejarla ahí, meditando sobre el frío y la vida, un par de días. 48 horas.

No es broma. Buscad en el congelador, quiero decir, en Internet, si no me creeís. Ahí fuera hay un universo de mujeres que meten cosas extrañas en el congelador.

1 comentario:

Yeamon Kemp dijo...

Mi madre dice que no sabría vivir sin congelador. Yo no lo abro demasiado, por miedo a lo que pueda encontrar (tenemos un arcón de los grandes -donde cabe un cadáver-).

Ahora lo voy a abrir menos.

http://www.youtube.com/watch?v=qf5mJ7aR2t8&feature=player_embedded