31/12/10

Lo que brilla en la memoria

Cualquier final desencadena la nostalgia. Las historias que una vez tocamos con la mano huyen a ese lugar donde almacenamos los recuerdos, y allí intentan hacerse oír entre otros cientos que casi se han convertido en sombras.

El caso es que aquí estoy, queriendo hacer una recopilación de un año que se acaba, básicamente porque al ver tantos resúmenes en periódicos, televisiones y redes sociales (y emocionarme con ellos, porque ése es el poder del periodismo) no he querido ser yo menos. Pero como sé que justo hoy estareís con prisas - qué me pongo, qué cocino, dónde voy, busca los langostinos- por cada mes, sólo dos frases. Ahí va:

Enero: Con el frío helado que corta los labios llegó un encantador de serpientes de ojos claros, fatalista y soñador, explorador de músicas que se quedan. Mucho más lejos, la tierra se desgarró en Haití y supimos que tantas veces los más olvidados son también los que nunca pueden escapar.

Febrero:  Me hice un poco más adulta y recordé la letra de una canción que dice "que cumplimos más años que promesas". Con una cámara nueva bajo el brazo recorrí Madrid, y deseé que el futuro no llegara, aún, quizás nunca.

Marzo: En el mes de los premios del cine dos películas dejaron huella: Irak en guerra y la revolución entre rejas. La lucha contra una enfermedad maldita nos hizo creer que había esperanza, pero era mentira.

Abril: Fuimos a Córdoba pero ojalá nunca hubiéramos ido. Por segunda vez en menos de seis años, la misma familia se volvía a quedar vacía y la injusticia resonaba, y todavía resuena, en una habitación con demasiado eco.

Mayo: Se agotó el tiempo en la universidad mientras intentábamos agarrarnos a las mesas incómodas, los croissants a la plancha y puede que hasta a las diapositivas en power point. Los planes se iban amontonando a la vez que la economía encabezaba los telediarios, pero siempre había alguna canción para salvarnos (más si era en un Palacio entregado).

Junio: Llegó por fin el sol y el tiempo de tomar algunas decisiones. Afortundamente, un día me llamó una señorita para decirme que sí quería hacer unas prácticas en la sección de Internacional, en El Mundo.

Julio: Los incendios y las inundaciones pasaban a golpe de teletipos, titulares y teclas y las noches volaban entre piscinas, mojitos dulces y sábanas deshechas. Por primera vez ví mi nombre, chiquitito pero ¡era yo!, en una página del periódico y sentí que los sueños, a veces, se hacen realidad.

Agosto: En un pueblo de Burgos se nos congelaron los huesos y perdimos la voz, cantando las canciones en directo de Sidonie y Lori Meyers. Mi abuela María cumplía 92 años. También fue entonces cuando en Chile 33 mineros quedaron atrapados en las tinieblas aunque el final feliz, como siempre, se hizo esperar.

Septiembre:  Conseguí alargar mi condición de becaria precaria pero feliz. Algunos amigos se quedaron injustamente en la calle, con brillantes currículum y ganas de comerse el mundo y otros (los menos) consiguieron hacerse un hueco en el mundo empresarial opaco y un poco podrido. Mi abuela Julia cumplía 90.

Octubre: Llegaba el otoño y con una amiga fuí a Bilbao y San Sebastián, salvándonos por poco de ser engullidas por la furia del mar Cantábrico. Aquellos mineros de antes salieron de las entrañas de la tierra. Por fin, una historia feliz reunía al mundo frente a la pantalla.

Noviembre: Viajé a Roma, a sus callejuelas, sus edificios rojizos y todos esos rincones en los que podría haberme quedado a vivir para siempre. Creo que quise encontrar allí el amor, pero no pudo ser.

Diciembre: Hasta hoy he comido como si no hubiera un mañana, he dicho adiós aunque quería decir "hasta pronto", he comprado algún regalo,  he empezado "Oliver Twist" y he acabado varias copas de vino tinto. Pero puede que después de esta noche todo esto no importe nada.

Feliz año a todos. Espero que el 2011 esté lleno de historias que luego se convertirán en recuerdos :)

2 comentarios:

Sandra Olmo dijo...

Vale, posible redacción del próximo enero ;)

Enero 2011: Música en las cavernas, reuniones familiares en la torre de Babel, Café vegetariano donde comer y oir poesía y dormir apretadas en una habitación en los confines de Liverpool.

Te espero impaciente, bella!!!

moonriver dijo...

Precioso resumen. Sólo espero que el 2011 te traiga más música, más viajes y tu nombre cadea vez más grande en una página de periódico.

Un beso enorme y vacía varias copas más de vino tinto esta noche para recibir contenta al nuevo año. ;)