3/9/11

Una oferta que no podréis rechazar


Todo es inútil y nada sirve para casi nada, así que he decidido que me voy a casar con un mafioso. No os alarméis porque es algo que llevo pensando aproximadamente cuarenta y tres minutos y es un plan tan maestro que seguramente querréis imitarme. Yo encantada.

Desde los cuentos infantiles hasta las charlas de nuestros sabios progenitores pasando por los discursos de algún premio Nobel y algún presidente estadounidense (no, no siempre coinciden) el mensaje siempre ha sido el mismo: lee a los clásicos, estudia una carrera, cede el asiento del autobús y una vida llena de felicidad, monedas y justos planes de pensiones sabrá recompensarte.

Ante esta indignante porquería, solamente quedan dos opciones: hacer las maletas y poner un puesto de collares en alguna isla o, siendo más realistas, entrar en la mafia. Como soy una chica con ambición, escojo lo segundo. Pero como también soy un poco miedica, en vez de apretar el gatillo y enfundarme yo el Armani y la pistola, creo que lo más sensato será ser la mujer de (esto me lo  ha enseñado la televisión en los ratos muertos en los que no leía a Cervantes).

¿Por qué los mafiosos son los que mejor se lo montan? Esto es una pregunta retórica. Básicamente, es una cuestión de saber elegir. Eligen no hacer cola en los sitios, saborear la venganza y el tacto de los billetes. Eligen ser respetados y temidos, imitados y odiados. Eligen tener mansiones y adrenalina, pasta exquisita, alcohol y drogas, favores de la policía y de los jueces. Y cuando han elegido se preguntan qué hace falta para tener todo eso. El famoso e igualmente respetable “el fin justifica los medios”, que es  poco más que una pistola y un grupo de amigos.

Hasta aquí muy bien, salvo por un detalle. Parece difícil saborear estas mieles y entrar en este mundo de Travoltas con traje capitaneados por cualquier Don Vito siendo del sexo débil. Me hago cargo. Ya os dije que el objetivo no era serlo sino casarme con uno de los nuestros, perdón, de los suyos. Preferentemente italiano, por la dieta mediterránea y porque Sicilia es un paraíso sin asfaltar, pero estoy dispuesta a dejarme querer por alguno del este soviético, que suelen tener el cuerpo lleno de tatuajes.

Así que, cuando me disponía a elaborar la lista de todas las cosas que tengo que hacer para encontrar, conquistar y cazar al mafioso en cuestión, me he dado cuenta de que ¡ya lo había hecho todo! Como os lo cuento. Se andar con tacones y la pasta es lo único que cocino decentemente. Soy discreta. Se lo que es la traición y no me da miedo la muerte. Se bailar twist o al menos imitarlo. Conozco el silencio necesario y he necesitado escuchar. Cuido mucho a mis amigos, el negro es uno de mis colores preferidos y en la universidad incluso me enseñaron qué era el secreto profesional. Así que ya está. Estoy preparada y esperando. Pero, por si él tarda en aparecer, me voy con Robert, y , como decía él: "Hay tres maneras de hacer las cosas: bien, mal y como yo las hago"

3 comentarios:

Sergio Bifeis dijo...

Yo también quiero añadir una cita a este exquisito artículo, y también es de un personaje interpretado de De Niro: El obrero es el tipo duro, no Sonny.

yamíquétuprimo dijo...

Si algún día te cansas de dormir con un ojo abierto por si entra la poli o los tataglia, siempre serás bienvenida a integrarte en el muy realista proyecto de pulseras y playa!

María Se Ríe dijo...

No no, que vosotros tenéis un espléndido futuro por delante! Que pulseras ni que ocho cuartos, tu y mi querida Esther a aprobar :)