Todo es inútil y
nada sirve para casi nada, así que he decidido que me voy a casar con un
mafioso. No os alarméis porque es algo que llevo pensando aproximadamente
cuarenta y tres minutos y es un plan tan maestro que seguramente querréis
imitarme. Yo encantada.
Desde los cuentos
infantiles hasta las charlas de nuestros sabios progenitores pasando por los
discursos de algún premio Nobel y algún presidente estadounidense (no, no
siempre coinciden) el mensaje siempre ha sido el mismo: lee a los clásicos, estudia
una carrera, cede el asiento del autobús y una vida llena de felicidad, monedas y justos planes de pensiones sabrá recompensarte.
Ante esta indignante
porquería, solamente quedan dos opciones: hacer las maletas y poner un puesto
de collares en alguna isla o, siendo más realistas, entrar en la mafia. Como
soy una chica con ambición, escojo lo segundo. Pero como también soy un
poco miedica, en vez de apretar el gatillo y enfundarme yo el Armani y la
pistola, creo que lo más sensato será ser la mujer de (esto me lo ha enseñado la televisión en los ratos muertos
en los que no leía a Cervantes).
¿Por qué los
mafiosos son los que mejor se lo montan? Esto es una pregunta retórica. Básicamente,
es una cuestión de saber elegir. Eligen no hacer cola en los sitios, saborear
la venganza y el tacto de los billetes. Eligen ser respetados y temidos,
imitados y odiados. Eligen tener mansiones y adrenalina, pasta exquisita,
alcohol y drogas, favores de la policía y de los jueces. Y cuando han elegido
se preguntan qué hace falta para tener todo eso. El famoso e igualmente
respetable “el fin justifica los medios”, que es poco más que una pistola y un grupo de
amigos.
Hasta aquí muy
bien, salvo por un detalle. Parece difícil saborear estas mieles y entrar en
este mundo de Travoltas con traje capitaneados por cualquier Don Vito siendo del sexo
débil. Me hago cargo. Ya os dije que el objetivo no era serlo sino casarme con
uno de los nuestros, perdón, de los suyos. Preferentemente italiano, por la
dieta mediterránea y porque Sicilia es un paraíso sin asfaltar, pero estoy dispuesta
a dejarme querer por alguno del este soviético, que suelen tener el cuerpo lleno de tatuajes.
Así que, cuando
me disponía a elaborar la lista de todas las cosas que tengo que hacer para
encontrar, conquistar y cazar al mafioso en cuestión, me he dado cuenta de que ¡ya
lo había hecho todo! Como os lo cuento. Se andar con tacones y la pasta es lo
único que cocino decentemente. Soy discreta. Se lo que es la traición y no me
da miedo la muerte. Se bailar twist o al menos imitarlo. Conozco el silencio
necesario y he necesitado escuchar. Cuido mucho a mis amigos, el negro es uno
de mis colores preferidos y en la universidad incluso me enseñaron qué era el
secreto profesional. Así que ya está. Estoy preparada y esperando. Pero, por si
él tarda en aparecer, me voy con Robert, y , como decía él: "Hay tres maneras de hacer las cosas: bien, mal y como yo las hago".
3 comentarios:
Yo también quiero añadir una cita a este exquisito artículo, y también es de un personaje interpretado de De Niro: El obrero es el tipo duro, no Sonny.
Si algún día te cansas de dormir con un ojo abierto por si entra la poli o los tataglia, siempre serás bienvenida a integrarte en el muy realista proyecto de pulseras y playa!
No no, que vosotros tenéis un espléndido futuro por delante! Que pulseras ni que ocho cuartos, tu y mi querida Esther a aprobar :)
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