8/9/11

Breve Historia del periodismo

Al principio de todo, un explorador vestido de marrón cogió una pequeña barca desde Oz hasta la siguiente playa. Cuando llegó, probó y escupió algunas frutas silvestres y comprobó con satisfacción que el idioma que allí hablaban era bastante parecido.  Escribió lo que había visto en un papel que llevaba doblado en el pantalón, añadiendo algunas metáforas y un par de datos útiles y regresó a su casa de escaleras de madera de pino. Así nació el periodismo.

Aproximadamente cinco años después, aquel mismo tipo emprendió un segundo viaje. Esta vez lo hizo en tren y recorrió casi 300 kilómetros hasta una ciudad del norte. Con la boca abierta y una pluma estilográfica en la mano izquierda (su jefe sabía que los zurdos tenían una especial sensibilidad y por eso le mandaba fuera), descubrió que el progreso había llegado a Xanadu, pues así se llamaba aquella ciudad. Recorrió calles con luces de neón y edificios altísimos. Contó 50 personas con maletín, 13 calvos, seis parejas que se besaban, tres cabinas telefónicas y ningún perro. Intentó conversar con varias personas pero enfermó de impotencia, cuyo principal síntoma es saber que no puedes hacer nada. Volvió a su casa de escaleras de madera de roble un poco más pensativo y escribió el relato esa misma noche.

A la mañana siguiente, el periódico publicó la historia abusando del sensacionalismo y a la hora del croissant el presidente del Gobierno concluyó que debía asociarse con aquella ciudad del futuro. Dicho y hecho, escribió cartas y telegramas, exigió con urgencia un traductor y envió a su homólogo de Xanadu el mejor jamón de pata negra. En apenas una semana empezaron las obras de una línea de alta velocidad entre las dos ciudades y al mes siguiente los dos jefes brindaron con champán y le declararon la guerra a un pequeño país que ambos habían estudiado pero ninguno conocía que se llamaba Macondo.

Nuestro héroe, que ya por entonces se presentaba como periodista y que había huído del anonimato al nombre artístico (firmaba como Jack Lemmon), fue ipso facto nombrado corresponsal de guerra. Al traje de explorador le añadió un chaleco antibalas y allá que fue, la primera parte en alta velocidad y la segunda un ratito a pie y otro caminando. Envió las crónicas de los bombardeos, tembló de  miedo y comprendió que el único error de los habitantes de Macondo (aparte de apellidarse todos Buendía, qué manía) había sido nacer cerca de un yacimiento petrolífero. J.L estiró el interés periódistico tres semanas más y después, se fue, más delgado y sin petróleo.  

El país vencido, la ciudad de baldosas amarillas y la ciudad del esplendor se reagruparon y formaron la Nación Unida, porque Naciones Unidas ya estaba registrado. Firmaron la paz y la Constitución en una misma tarde. El petróleo repartió riqueza, la riqueza repartió metros cuadrados de cemento para las familias y las familias fueron a toda prisa a por una televisión y kilos de palomitas.

Mientras tanto, nuestro intrépido héroe intentaba en vano convencer a su superior de que más allá de las montañas había ciudades sin descubrir, idiomas nuevos y frutas desconocidas. Incluso le advirtió del peligro de la Nada. Por desgracia, su jefe se limitó a instruirle en el noble arte del cotilleo, enseñándole las mejores posturas para escuchar detrás de las puertas, las ventanas, los suelos y hasta las jaulas de las mascotas. Le explicó claramente que su labor era informar de puertas para adentro, pero sin molestar al señor con corbata que había pagado el edificio donde estaban teniendo esa charla entre amigos. Así empezó a morir el periodismo.

Y pasaron los años. En Nación Unida se duplicó el número de profesiones, todos los toboganes fueron sustituidos por máquinas expendedoras de café, y los tomates perdieron su sabor. El héroe de esta historia, un día antes de jubilarse, lanzó un mensaje de socorro, que fue interrumpido en los 10 últimos segundos por un anuncio de una colección de muñecas de porcelana china.

Pero siempre hay un pero. Unos minutos antes de aquel discurso, otro joven cuya televisión estaba averiada, dio un portazo y empezó a caminar hasta la costa. Y allí, más vintage y más atractiva, seguía aquella barca del principio. Desde entonces, no se han tenido noticias de él. Pero eso no significa que no haya encontrado una buena historia. 

PD: Para un mejor disfrute de la lectura, pinche usted en los enlaces y/o en esta canción. 

3 comentarios:

Sandra Olmo dijo...

Muy emocionante. Me han encantado los enlaces! Bella!

Anónimo dijo...

efectivamente, coincide con la que nos enseñaron en la facultad

moonriver dijo...

Me ha encantado María. La verdad es que con periodistas como tú no creo que muera nunca el periodismo. ;)