20/3/10

El concierto

El concierto es la historia de un músico condenado al olvido que quiere recuperar el prestigio, la batuta y los aplausos. Andrei Filipov, “el Maestro” obsesionado con Tchaikovsky, es expulsado del Teatro Bolshoi por su amistad con varios músicos judíos. Varias décadas después, sigue repasando partituras en su cabeza mientras limpia las butacas del Teatro en el que, una vez, ordenó melodías.

Un día, mientras está sacando brillo al escritorio del jefe de la música en Moscú, cae en sus manos un fax del Teatro Chatelêt invitando a la orquesta del Bolshoi a tocar en la ciudad de la luz. Entonces, Andrei Filipov urde un plan tan emocionante como descabellado para reunir a su antigua orquesta y viajar a Paris. Intentando recuperar su prestigio y su honor, el director de orquesta y su amigo violonchelista Sacha, subidos en ambulancia (vehículo de trabajo de este último) se lanzan a la tarea de encontrar músicos e instrumentos.

Entre un Moscú que huele a comunismo podrido y sobredosis de ironía y un Paris de grandes lujos y monumentos, van pasando los minutos sin que apenas te des cuenta. Puede que algunos acusen a esta película de excederse en los tópicos o incluso naufragar en la inverosimilitud, pero yo creo que el género de la comedia permite a los directores ciertas licencias. Y, en este caso, el director,  Radu Mihaileanu consigue que el público se ría. No hay mayor placer en el cine que descubrir, al girar la cabeza en la oscuridad de la sala, un montón de caras que sonríen.


Que más da que los rusos no sean tan escandalosos, mafiosos o jetas como los pintan. Que más da que los franceses tampoco sean en realidad tan cursis, contenidos o alelados. El caso es que entre los personajes de esta película (tanto protagonistas como secundarios), y el espectador, se establece una relación de complicidad  que es la mejor virtud de esta película. El gitano virtuoso, el agente que es un nostálgico del comunismo, el amigo sensato y tierno, el músico que quiere hacer negocio vendiendo caviar en Paris.....son pequeñas ventanas por las que entra a raudales la luz, pequeños retratos que mejoran el cuadro completo.

Quizá para mí la única pega de esta película es que, a fuerza de insistir en la comedia, la dramática historia que protagoniza la violinista francesa (no desvelo más) parece menos creíble y eso hace que se desvanezca un poco esa lección histórica sobre las dictaduras soviéticas que el director también quiere contar.

A pesar de ello esta película es una historia emocionante y divertida. La escena final, el concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky, son, probablemente, los mejores doce minutos que he visto en el cine en mucho tiempo. Doce maravillosos minutos en los que la música te pone la piel de gallina y las miradas entre los personajes transmiten un amor por la música que atraviesa cualquier pantalla de cine. Suena, más o menos, así, aunque en el cine, suena mucho mejor.

1 comentario:

Danié dijo...

Apuntada en mi lista de películas por ver. Ví un avance en días de cine y me llamó muchísimo la atención.