18/3/11

Nieve antes de la primavera

La habitación está casi a oscuras. Al fondo se escucha una canción francesa y el eco de los maullidos que buscan espinas. Las paredes blancas están cubiertas de calendarios con las fechas tachadas en negro. Y todos los meses de enero, febrero y marzo pertenecen al mismo año: 1952.

En el centro de la sala un hombre mayor con cara de haber perdido algún tren y más de un amigo está sentado en una silla de madera. Se rasca la barbilla como si casi quisiera arrancarse la piel mientras a su lado, arrodillada, una mujer algo más joven le mira con lágrimas en los ojos.

-Miguel, por favor. No puedes pasarte aquí encerrado todo el día. Escúchame, ven conmigo. Esas fechas acabaran volviéndote loco.

Pero Miguel siente la piel caliente bajo sus uñas de rabia. Y la consciencia de la vida en algo tan insignificante hace que se derrumbe un poco más.

-No puedo. Se que no lo entiendes. Pero necesito volver a repasar cómo pasó. Necesito reconstruir los días, las horas. Tengo que saber qué día murió para así tener un día en el que recordarla.

Entonces, la mujer se levanta del suelo y mira por la ventana. Fuera nieva con fuerza. Los gatos se han callado. También la aguja de la música está helada. Se limpia el agua en los párpados y dice:

- Y qué más da el día. ¿No te das cuenta? ¿Cómo vamos a tener la suerte de tener un día cuando no sabemos ni siquiera en qué lugar está?

El 31 de marzo de 1952 murió Águeda. Sus padres llevaron el pequeño ataúd hasta el cementerio del pueblo. Al día siguiente regresaron para poner la lápida, pero esa noche había nevado tanto, que fueron incapaces de encontrar el lugar donde la habían enterrado.

3 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

Las nevadas de marzo son las peores. Siempre lo han sido.

Clavos ardiendo.

Y me ha recordado a:
"[...]
Perdona mi ausencia,
pero lo cierto,
siendo miércoles y casi primavera,
es que me quedé siguiendo el vuelo de una libélula entre los juncos,
brindando con viejos amigos
con los que recordé qué era vivir, [...]"

María Se Ríe dijo...

Creo que tenía injustamente abandonado al bueno de Ismael Serrano...

A usted le gustan mucho las libélulas, ¿no? ;)

moonriver dijo...

Siempre me he preguntado por qué nos obsesiona tanto saber dónde están enterrados nuestros muertos...