31/3/11

Ésto no es una despedida

Regla básica del periodismo:  un artículo nunca debe empezarse con un tópico. Por eso, lo arreglaré diciendo que, antes que yo, esta frase la pronunciaron todos los dictadores de la Historia, la mayoría de los niños y hasta Cenicienta antes de descubrir que le faltaba un zapato: parece mentira lo rápido que pasa el tiempo.

He intentado recordar todo, pero no puedo. No es que tenga amnesia, es que estoy convencida de que ayer fue 1 de julio, hacía un calor abrasador, tenía un oído entaponado, estaba de los nervios y pisaba, por primera vez, un periódico.

El primer día, un tipo de cuyo nombre no puedo quiero acordarme nos metió en una sala acristalada - luego descubriría que era el lugar sagrado donde los jefes deciden qué es noticia- y nos fue ubicando por secciones. Internacional estaba justo al lado. La primera frase de Pako, "María, ¿tu cuántos idiomas hablas?", las presentaciones y la explicación fundamental: "Ésto es el planillo: aquí puedes ver quién viene hoy" (bueno, más o menos...).

Después pasaron los días. El calor abrasó Rusia y las lluvias inundaron Pakistán. Euforia, avalancha y tragedia en un concierto en Alemania. Los disidentes que consiguieron abandonar Cuba. Cómo olvidar a aquellos 33 chillenos atrapados bajo tierra, el Ave Fénix que los rescató, la disciplina en la oscuridad y los focos de la fama tras la salida. Y a toda velocidad llegó el campamento de El Aaiún y la lucha saharaui rescatada del olvido. Assange o cómo un tipo más bien listo puede volverse loco. Las filtraciones, los mensajes secretos.

Y en diciembre el mundo entero empezaba a cambiar pero nadie estaba preparado. Olía a jazmín en Túnez, y El Cairo entero gritaba desde una sola plaza. Al Jazeera a todo volumen. Dictadores de cartón convertidos en piezas de un dominó. La sensación de estar viviendo algo que -esto sí- será recordado durante años. Cuando la Ira se había convertido en un murmullo, la tierra nos recordó, de nuevo, que somos diminutos. Terremoto en Japón; una ola gigante se traga media isla. Eso no es todo. Todavía falta el apocalipsis, la emergencia nuclear. ¡Un momento! Me parece que al fondo se oye, todavía, el ruido de las bombas sobre Trípoli. Seguimos vivos. 

Sonrío al recordar, porque se la suerte que he tenido al estar en una sección que no ha tenido un momento de descanso. Echaré de menos esa actividad constante, los teletipos urgentes, las apariciones súbitas de coroneles libios que alertan al pueblo sobre los peligros de mezclar las drogas con el nescafé. Las prisas cuando a las diez de la noche no llegaban los textos, o no había manos para editarlos. Los gritos de los de últimas noticias pidiendo paso y pretendiendo que el presente no dure más segundo, los titulares a toda página, la alarma, la emoción, la noticia en una palabra.

Pero hay muchas más cosas que voy a echar de menos. Los "poquito a poco" de Aitor, el soldado en bicileta y relaciones públicas de la sección . Las explicaciones del planillo del día de Pako. Las correciones de Ana y sus vocecitas extrañas (más cuando avanza la tarde). Poner títulos (lo más difícil). La risa de Isabel, la más contagiosa del ala internacional. La ironía de Fátima. El robo anónimo de periódicos y, por supuesto, las montañas de periódicos sin orden ni concierto. Las intervenciones, siempre en la diana, de Gionata. Los gritos impresivibles de Amanda (a veces está bien despertarse). Las llamadas de Carlos Fresneda. Los ordenadores que tardan siglos en encenderse. La complicidad que me habéis dejado compartir con vosotros. Las galletas de chocolate y los regalos dulces de los viajeros. La dulzura de Rosa y la sonrisa siempre disponible de Silvia. El tenderete de frutas que monta cada día Pako en su mesa. Los gráficos que no caben. A monsieur Dupont y la cucharilla de café que recoge los restos de un cerebro. Las impresoras que van a su ritmo. Las preguntas de Ana intentando que me eche novio. Los hallazgos zoológicos de Isabel. Las anécdotas contadas en los tiempos muertos (ah no, que de eso no había). Los móviles de los jefes sonando sin respuesta. Los dedos de orbyt que siempre me hicieron gracia porque me imagino dedos de verdad. 

Y no me olvido de los que también se van hoy (o casi). Las discusiones en la máquina de café: por la guerra, por el periodismo, por los chicos, por las chicas. Hasta por Bécquer. La maldita Bolsa, las entrevistas a los alcaldes, y el más veterano, en voz baja, ofreciendo un trozo de Tigretón. Las invitaciones que rechazamos haciéndonos los locos. Las conversaciones rápidas, los planes viajeros, el drama de ser pobre. Los minienamoramientos, los discursos musicales, las aspiraciones diplomáticas, las canciones descubiertas, cómo cambiar el mundo, las quejas, los sueños, "Yo me llamo Íñigo Montoya", el maldito twitter y.... ¡Maldita sea, no nos queremos ir! (Alex, Mayte, Guille, Pablo, espero que sigamos en contacto).

A todos, hasta pronto.

4 comentarios:

Pablo dijo...

No es consuelo... pero pocos pueden presumir de, con sólo 25 años, haber pasado por medios como la SER o El Mundo.

Encontrarás tu sitio. Sé que vas a ser una periodista tremenda.

En lo que te pueda ayudar, aquí estoy.
Un abrazo enorme.

Pablo

Anónimo dijo...

María, fuiste una gran becaria y serás una gran periodista porque por encima de todo eres una gran persona. Yo no me despido de ti porque cuando era becaria alguien al que quiero mucho me dijo: 'No digas adiós, sólo hasta luego'. Eso mismo te digo yo. Besos guapa.

Isabel

Alejandro S.R. dijo...

Joder que bien escribes!! :). En esta NO despedida te diré que serás una genial periodista y que, por supuesto, seguiremos en contacto para que me lo cuentes.

moonriver dijo...

Seguro que fue muy bonito mientras duró, pero seguro que la nueva etapa también te brinda experiencias inolvidables. Por lo pronto, un camino de tierra con condón usado y una invitación de Carmen Lomana. ;)