20/2/13

Disparos que me hacen feliz


La espalda desnuda de un hombre. Dos manos para hacer cosquillas en los pies. Copas de cristal ordenadas, botellas sin estrenar, hornos humeantes. Las carcajadas de los que no han cumplido años, algo más lentas con noventa y tantos. El crujido de las sorpresas. Reconocer , en el olor, mi casa; el sabor de la sal entre las olas. Tantos álbumes de fotos. Cajones llenos de diarios a medio escribir. El chico a los 13, los 14… los 15, sí, aquel era uno nuevo. El primer amor se pone más tarde por escrito. Aquella chica que era, hay algo de ella aún.

Despertar y recordar que soñé con mi padre, su recuerdo (es mi infancia). Los ojos azules y verdes de mi madre. Su gesto de niña cuando cierra la puerta. Mi hermana y cómo crece, mi hermana y su raya negra de los ojos. Saber que es mi escondite cuando viene la tormenta

Atrincherarme en la cama un día entero. En el que suena la música, la mía, sin parar. Play. Una más. Play. La canción de los viajes, la música de los veranos. El piano. Dylan, Lennon, Évora, Presley, Richard, Tiersen, Cigala, Charles, Piaf. Simone. It’s a new day,and I’m feeling good. Trompetas, saxofones, y por Dios que haya siempre una guitarra. Mil apellidos que son piel de gallina. Los ojos cerrados, los brazos como de animadora, aquel gesto de muelles al bailar. Hacer tanto el tonto al dar vueltas que acabo escupiendo el corazón.

Señoras pasándoselo very good. Elliot Erwitt.
Mi vestido, negro y nuevo, las camisetas de la suerte, mi ropa interior arrancada como el papel del último regalo. El chocolate caliente del día de Reyes, las arrugas pequeñas en la risa de los ojos. Pizarnik y sus versos, duelen, pero qué hermoso, mirad: Salta con la camisa en llamas, de estrella a estrella. Y aquel rumor a lila rompiéndose en la espera. Mil apellidos más, playas donde perderse. Cortázar, Austen, Brönte, Hierro, Pacheco, Paz, Camus, Lorca. Los que llegarán más tarde. El último capítulo de Orgullo y Prejuicio. El séptimo de Rayuela. Las expectativas (estratosféricas, no bajarán) que me creó la Literatura. Saber que tengo todo un día para acariciar las páginas de un libro.

Todo un día para besar tus labios, la palma de tu mano, la clavícula, el sexo, entero, tu cuello, debajo del ombligo, el lóbulo de tu oreja izquierda. Otra vez, desde el principio. 

El mar, maldita sea. Pero debe hacer sol, el agua estará helada. Coger una de esas olas que me arrastran a la orilla. Murallas de arena cuando yo era 100 centímetros menos, más o menos. Se las llevaba el mar, pero siempre empezaba de nuevo. Días de sol hasta las diez. Comprobar la marca del moreno en el hueso de la cadera. Comer lasaña, pescado crudo, fresas, salmorejo. Litros de helado de leche merengada. Comer, sólo eso. La satisfacción de la otra marca que deja la experiencia, está no me la cuelas. Ganar al ajedrez y una discusión, la más difícil. Ganar a la desgana con un lápiz de labios. Reconciliar peleas, conspirar con amigos. Mis amigos. ¿Cómo los encontré? Jugar a adivinar sus gestos. 

Escribir, sobre todo escribir, y que hasta me paguen por ello. Escribir porque sonrío al hacerlo. Escribirte, seguro que alguna vez me lees. Enamorarme en el autobús, en los bares. Aprenderme toda una filmografía -estoy en ello- y hasta empezar trilogías, sólo por tí, qué ocurrencia. Imaginar diálogos con mis dos amores platónicos. (La lista puede crecer). Todos acaban en un beso con lengua, qué pregunta.

Saber, cada vez mejor, quien miente.

Acabar riéndome cuando había empezado a llorar. Me gusta lo que hubo antes, y lo que viene. 


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