6/6/10

Donde vive la poesía

Es domingo por la tarde. Madrid es un trozo de asfalto envuelto en llamas. El calor ha conseguido llegar hasta el sofá. Mientras contemplas una película edulcorada con diálogos sólo aptos para intelectuales, de repente, suena EL TELEFONILLO. Piensas: “¡Maldición!¿Quién osa interrumpir mi apacible momento de evasión?”. Consigues llegar hasta el horrible aparato y con voz de muy pocos amigos dices “¿Siiiiiiiii?”. Entonces ocurre algo francamente sorprendente. Seis pisos más abajo, en el calor del portal una voz dice:

Qué locura, pensareis. Qué ocurrencia. Pues no tanto. Si la escena ocurriera en Santander sería completamente posible. Ocurre que en aquella ciudad bañada por el frío mar Cantábrico se ha puesto en marcha un Festival de Poesía que consiste en que varios voluntarios, algún lunático y un par de poetas recorren las calles de la ciudad entonando hermosos poemas en el telefonillo.

Es una idea tan estrambótica que hasta parece romántica. Tan absurda que me enamora el alma, como diría una folkórica que en paz descanse. Y es que además, me he dado cuenta (yo solita) de que esta maravillosa iniciativa poética da mucho juego. Así que a continuación van un par de ideas.

-Para los carteros del mundo, esos portadores de malas nuevas, facturas y multas. Ha llegado el momento de que vuestro famoso grito de guerra “Carteeero de Correeeos”, cambie. Al llamar, cartas y carro amarillo sujetos con la mano, podríais decir:

“tristezas desenterradas,
pesadillas o visiones,
llamando siempre a la puerta
de quienes no los conocen”
(José Hierro)

-Para los acosadores de compañías móviles (con cariño especial a Telefónica). Se acabó eso de “Doña María, quisiera informarle de una oferta”. Deberían jugar la baza de la sorpresa, apostar por el arte verdadero. Después del “Hola” de rigor...qué tal esto:

“Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo
(Blas de Otero)

-Para las consultas de los médicos en las que esperas tanto tiempo que podrías echar raíces, propongo un hilo musical en el que de vez en cuando se escucharan estos versos:

“Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros”
(Alejandra Pizarnik)

-Para los trayectos en tren intoxicados de llantos de niños caprichosos y envenenados de películas infernales se me ocurre que quizá en las paradas importantes, la poesía podría calmar los espíritus.

"Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.

Silencio.

Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.

Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo"
(Miguel Hernández)

Todo esto no son más que ensoñaciones de una tarde de principios de Junio. Y, por supuesto, no pretendo faltarle el respeto a la poesía. Porque la admiro, la busco y la necesito cada cierto tiempo. La poesía es una mirilla desde la que se ven todos los sueños y los miedos, los logros del hombre y los desastres. Pero hay que atreverse a mirar.

 

4 comentarios:

Sandra Olmo dijo...

Hoy sí. Con genio, (como tú)es muy contado el que la escribe y como oro cualquiera hace poesía. GRANDE MARÍA. Debería haber poetas en los parlamentos para llenar el mundo de normas bonitas.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
DonPulGon dijo...

María, mucho mejor el diseño y muy fácil haces lo muy difícil.

Peñamil dijo...

La idea es tremenda, en cuanto termine con unos asuntillos nos ponemos y la patentamos.