6/11/13

A las seis y cinco de la tarde

En la arena de noviembre
he tocado una balsa salada de plata
el cielo como zumo de fresas, atravesado
por flechas amarillas.

Soy feliz
aunque no entiendo donde empieza y termina el horizonte.
Sé que el océano se tragará
las lágrimas del hombre.
Tal vez
soy feliz, precisamente, por eso.

Con los pies desnudos y espejos en el cuerpo
te enseño mi fragilidad (salvo en los sueños).
Luego vuelvo a llenarte la boca de preguntas
quiénes somos y, sobre todo, para qué.
Silencio. Ahora
estamos juntos
en la arena de noviembre.


2 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

Hace algunos años conocí a un muchacho poco corriente. Era amable, culto y observador. Sobre todo muy observador. Sin pensar más despacio que otros, el ritmo de su vida era más pausado; seguro que para no perderse los detalles.

Un día, paseando por una ciudad europea cualquiera, me preguntó que qué tipo de persona era yo. Le pedí que me explicara esa pregunta, claro. Y me dijo que para él había dos tipos fundamentales de personas: los que creían que lo más importante era el "por qué" y los que creían que la enjundia estaba en el "para qué".

¿Habrá que elegir bando?

moonriver dijo...

Puede que la felicidad consista precisamente en esto, en concentrarse en los momentos excelsos que nos salen al paso, haciendo abstracción de todo lo demás.

Quien ignora un cielo y un mar como los que describes es que no entiende en qué consiste la vida.