21/12/12

Ésto no es el Apocalipsis


Me da igual que se acabe el mundo. Me río de las profecías agoreras de los mayas sorbiéndonos el seso,  porque podemos palmarla cualquier día. Sólo hay una diferencia. Si se acaba el mundo, morimos todos a la vez. Millones de almas, blancas, negras y corruptas, convertidas en ceniza a las once de la mañana. Devorados por enormes perros con mandíbulas de tiburón. Ahogados en un mar contaminado de edulcorante y leche de soja. Sepultados por un dominó de edificios vacíos de hormigón.  Quizás –en mi guión-, quedándonos dormidos en una hilera de camas a lo largo de un horizonte salado, o lanzando contenedores de plástico en llamas contra asesinos sin nombre. Joder, una muerte así sería heroica. Memorable. La muerte dramática con la que todo el mundo sueña, ya lo avisó Nacho Vegas. 

Lo que aterra, lo que de verdad da miedo es morirnos solos. Sin avisar, sin despedirte, sin nadie que te abrace. Absolutamente solos. Y por eso, sólo por eso, cada día debería ser una oportunidad para hacer algo, por pequeño que sea, que merezca la pena. Algo que brille aunque ahí fuera sólo haya señales del maldito Apocalipsis.

Summer Rain. Lukas Kozmus

1 comentario:

Yeamon Kemp dijo...

Muy acertada la distinción entre La Vida y cada vida. La primera es profunda y grandilocuente. La segunda es absurda y vulgar.

El reto -acaso mi reto- es invertir los papeles.